lunes, 19 de abril de 2010

JUAN LARROSA
Sección: Sistema autorreferencial
Una larga transición democrática: el caso de la televisión mexicana
Transmitido: lunes 19 abril 2010


En 1960, durante el régimen del presidente Adolfo López Mateos, se aprobó la “Ley Federal de Radio y Televisión”; fue un trabajo legislativo que ordenó a una industria que tenía más de tres décadas de alto desarrollo comercial, pero que no estaba regulada. En otras palabras, quienes entraron al negocio de la radio y la televisión después de la Revolución Mexicana, tuvieron la posibilidad, a lo largo de treinta años, de conquistar y dominar una industria que marcaría la historia mundial del siglo XX.

La ley a la que me refiero, no fue concebida en un contexto democrático y en realidad se trató de una estructura jurídica a modo para que una decena de familias beneficiadas por el régimen, pudieran continuar con su trabajo en radio y televisión. Aquélla fue una de las tantas coyunturas que ayudaron a construir el sistema comercial y monopólico de radio y televisión en México.

Cincuenta años después, la radio y la televisión siguen rigiéndose por la misma ley. No hace falta ser un experto en el tema para intuir que además de sus vicios antidemocráticos, la ley en cuestión ha envejecido ante el alud de desarrollos tecnológicos y comerciales de la radio y la televisión. En todo este tiempo han existido un sinnúmero de propuestas de modificación a este estatuto, algunas con ánimos de prolongar el estado de cosas en el que se encuentra el sector, otras con la mirada puesta en democratizar y transformar nuestro sistema de medios. Sin embargo, han sido mínimos los cambios que se le han hecho a esta ley, entre otras razones, porque hasta hace poco esta estructura legal era suficiente para mantener a los empresarios en una zona de confort. Triste, pero afortunadamente, ha llegado el momento en que los cambios tecnológicos están obligando tanto a políticos como a empresarios, a crear una nueva legislación en el contexto de la radio y la televisión digital.

Esto lo traigo a cuento porque durante la semana pasada se presentaron sendas propuestas de modificación de esta ley en el Senado y la Cámara de Diputados. En el primer espacio la dupla Sotelo-Beltrones puso a discusión una iniciativa reaccionaria y que le da certeza jurídica a los concesionarios de radio y televisión sobre sus nuevas concesiones. En la Cámara de Diputados, Javier Corral presentó una iniciativa que propone regular a la radio y la televisión, pero también a todo el sector de las telecomunicaciones. Personalmente apoyo ésta última, pues además de sus virtudes jurídicas, ha sido discutida por muchas organizaciones ciudadanas, entre ellas, la Asociación Mexicana del Derecho a la Información (AMEDI). Sin embargo, no es mi interés utilizar este espacio para dar argumentos a favor de una iniciativa o en contra de la otra. (Para el caso, les recomiendo la lectura textos de periodistas y académicos como: “Nueva ley de medios” de Javier Corral; “Radio, tv y telecomunicaciones: ¿qué reforma?”, de Fernando Mejía Barquera o “Nuevas reglas para los medios, ¿llegó la hora?”, de Raúl Trejo Delarbre). Me interesa argumentar por qué es tan importante estar al pendiente de estas posibles transformaciones a la ley.

Una restructuración del sistema de medios mexicano sería tan importante como, por ejemplo, una reforma educativa. Nos guste o no, la televisión ha jugado un papel, si no decisivo, sí muy importante en la construcción de la cultura y la educación de nuestro país. Los medios de comunicación son la fuente principal de conocimiento de las sociedades modernas y México no es la excepción. Sin embargo, han sido tantos años de leer, escuchar y ver los mismos contenidos en los medios mexicanos, que difícilmente podemos imaginar que existen sistemas de comunicación distintos al nuestro. Éste es uno de los tantos efectos de la larga transición de la democracia mexicana o dicho de otra forma, de la cultura priísta del siglo XX en nuestro país. Este largo periodo autoritario y poco democrático, nos ha hecho olvidar a algunos y a desconocer a otros, las distintas formas en las que se puede construir un sistema de medios de comunicación. Por ejemplo, en Guadalajara tenemos 42 estaciones de radio, de las cuales, 39 son comerciales, dos gubernamentales y una universitaria. ¿Se imaginan una ciudad que cuente con 60 estaciones de radio, de las cuales, 15 sean universitarias, 15 de organizaciones sociales, 15 estaciones de servicio público y 15 estaciones comerciales? ¿Se imaginan un sistema de medios en el que la mitad de la programación televisiva tenga que ser producida por empresas mexicanas independientes? ¿Se imaginan un canal de televisión local de servicio público, pero no administrado por el gobierno, en el que los noticiarios se rijan por intereses periodísticos y no comerciales como sucede en Guadalajara? ¿Se imaginan observando una buena serie o telenovela mexicana? ¿Se imaginan una televisión en la que algunas de las caricaturas y programas infantiles sean creadas en nuestro país y dirigidas especialmente para los niños que lo habitan?

No hay sistema de comunicación perfecto, sin embargo, las respuestas a estas preguntas las podemos encontrar en otros sistemas de comunicación del mundo. Una nueva ley de medios y telecomunicaciones podría comenzar a subsanar las carencias que en México tenemos al respecto. Y la nueva ley enmendaría un largo retraso de discusión legislativa sobre qué medios queremos y nos dejaría frente a debates más contemporáneos en los que también ya vamos rezagados. Estas regulaciones pondrían fin a una asignatura pendiente del siglo XX y nos dejaría frente al debate de la comunicación que deseamos para el siglo XXI, en la que sin duda, los medios de comunicación masiva (prensa, cine, radio, televisión), dejarán su espacio a nuevas formas de comunicarse. El énfasis, debe estar, a mi juicio, en entender que la comunicación es un bien público y que por supuesto debe comercializarse pero con claras distinciones de lo que está en juego. No es lo mismo vender formas simbólicas a través de las industrias culturales, que comercializar clavos para una ferretería. Por eso, queridos radioescuchas, en estos días que “Señales de Humo” cumple ocho años al aire, debemos estar al pendiente y exigir que nuestro sistema de comunicación cambie, pues requerimos no de uno, sino de decenas de este tipo de programas culturales que escasean en los cuadrantes radiofónicos mexicanos.

Durante cincuenta años se mantuvo el orden de cosas en materia de radio y televisión; hoy estamos ante una estructura que está obligada a cambiar. La pregunta es: ¿seguirán pesando las siete décadas de un Estado autoritario en nuestras discusiones sobre el tipo de instituciones que queremos o estamos ya ante una serie de rupturas históricas? Yo digo que ya toca.

Juan Larrosa es coordinador general de “Quid: observatorio de medios”
www.quidmedios.wordpress.com
contacto@observatorigdl.com
Twitter: Quid_medios

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