martes, 7 de julio de 2009

DOLORES GARNICA
¿DE QUÉ NOS PERDEMOS?
Transmitido: martes 07 de julio 2009


“Lo convencional es disfrutado sin ninguna crítica; lo verdaderamente nuevo es criticado con repugnancia”, dejó dicho Walter Benjamin. El miedo a lo desconocido, la crisis de la curiosidad, la apatía y la falta de acción, la negación antes del intento de comprensión, la cerrazón ante la diferencia son actitudes nada nuevas frente al arte.
“El papel pintado más grosero tiene una composición más cuidadosa que ese mar de pintura de Monsieur Monet”, escribió el crítico de arte Louis Leroy en 1872, mientras, en el Salón Oficial, otros se deleitaban en ese mar inmenso de grises y azules. Algunos críticos detestaban a los impresionistas por su tratamiento de color, carecer de bocetos y de perspectiva, los acusaban de tramposos por cuestiones técnicas. Leroy dejó de disfrutar a Monet y a esos artistas que cambiaron el curso de la pintura, se perdió de la gracia del placer intelectual y estético que producían. Hoy, las manchas de óleo que esos creadores dejaron siguen vivas, intensas, dotando de esplendor y de esa pasmosa sensación intelectual y placentera a quien las mira.
Ante una obra de arte hay mucho qué hacer, contemplar: pensar y mirar, sonreír. La experiencia estética equivale a un placer profundo que lamentablemente pocos disfrutan. Ese instante en que se comprende, por ejemplo, las implicaciones que significa retratar a los vaqueros de los comerciales de la Marlboro en un lienzo, ¿Por qué tiene más valor estético una imagen en un museo que un comercial en la tele? ¿Qué es entonces la pintura, en qué consiste su valor? Meditar esta “apropiación” de Richard Prince es una delicia que despierta y embellece a la inteligencia. Que la chispa del humor negro mezclado con la genialidad de Piero Manzoni se apoderen del cuerpo al escuchar su grito de 1961: “La frontera entre la vida y el arte es inexistente”, al atreverse a firmar como sus cuadros 99 latas con su mierda, dejando claro que el arte no es una firma, que tampoco allí se concentra su poder. Cuando el novio de Sophie Calle la terminó con un “cuídate” en un correo electrónico, ella encontró la forma de volver universal un acontecimiento privado, pidió a 107 mujeres que codificaran el mensaje y el resultado, una instalación, no sólo asombra, también consuela.
El arte, el que produce placeres infinitos e inesperados no es un formato, no es una pintura, una instalación o un video, esos son sólo sus contenedores, medios con los que el artista entra en éxtasis para crear éxtasis en los demás. El arte es reflexivo, comparte y equilibra medio e idea. Hasta 1860, la pintura era un taller y estaba dirigida por las academias en las que se formaban los artistas, se creía firmemente en el carácter figurativo del arte. Había reglas sobre cómo y qué pintar, y sí, después los propios pintores más otros filósofos, más la fotografía y otras tantas cosas nos demostraron que el arte no está sujeto a un objeto, es mucho más que una cosa.
Y si alguien como Francis Alÿs logra asombrar con una fotografía sobre la basura que queda después de una noche de fiesta en el Zócalo, si logra crear conexión con el otro, si logra preguntar y responder a quien la mira, entonces una obra realizada con basura en un museo es tan válida y debería ser tan bienvenida como una pintura de Velázquez. Si un video con escenas en el desierto de Bill Viola nos conforta, si nos hace meditar sobre nuestra espiritualidad, ¿entonces porqué no es válido el arte contemporáneo? ¿Por qué querríamos extinguirlo y perdernos de semejantes experiencias? ¿No sería más sencillo abrir lo ojos, meditar lo que vemos, enfrentarnos al reto intelectual que significa una instalación y después decidir, como ante cualquier pintura, si nos gusta o no?
Arte chafa, fraudes culturales hay en todos lados. El asunto es no calificar lo general por lo particular. Pintura mediocre hay, quizá la mayoría. Artistas contemporáneos mediocres hay, quizá la mayoría. Una mala pintura no significa que toda la pintura sea detestable, así como tampoco habrá que desechar el arte contemporáneo si se observa una instalación y no nos sucede nada. Perdemos si observamos con reservas y no con libertad, si calificamos al arte por la condición económica del artista, por su complexión física o por su forma de vestir. Perdemos si calificamos al arte según su precio en el mercado o su porcentaje de exhibiciones.
Hoy, la única regla es el arte: “El artista debe lograr sorpresa, hecho poético, que el que vea se sienta conciente, comprendido, realizado momentáneamente, pleno ante la comprensión de una idea”, dijo Gabriel Orozco, quien alguna vez logró crear un corazón con un pedazo de barro y sus manos, quien con un poco de arena sobre una mesa nos muestra el infinito.

No hay comentarios: