lunes, 6 de julio de 2009

DOLORES GARNICA
CURADURÍA EN SUSTANCIA
Transmitido: 23 de junio 2009


Mucho se alega sobre la función del curador en el arte contemporáneo. Tanta es la polémica que las conclusiones suelen resultar extremas. El comisario (como se le dice en castellano ibérico) resulta funcionar como el nuevo “rockstar”, el protagonista del circuito de las artes visuales, o como el personaje que debería pasar inadvertido y gris en cada trabajo.
El papel del curador cobró relevancia desde la década de los noventas, cuando fue necesario crear una figura que comandara y dirigiera exposiciones que dijeran algo más que la versión oficial de una obra de arte. Así, el curador no sólo organiza y cuelga cuadritos, es el que dota de nuevas lecturas a una obra de arte, a un cuadro de Velázquez o a una instalación de Damián Ortega; separadas, juntas o revueltas. Robert Storr acomodó al arte africano sobre el arte europeo en la Bienal de Venecia de 2007 cambiando la idea del panorama mundial para los espectadores. En 2001 para el Museo de Bellas Artes en Dole, Francia, Bob Nickas eligió sólo a artistas cuyo apellido comenzara con “W”, de Andy Warhol a Keller Walker, un juego de sorprendentes resultados. “Sobre la función de los materiales de producción y su relación con el espacio”, fue la tesis curatorial de Patrick Charpenel para Gabriel Orozco en Bellas Artes en 2007, la que cambió la contemplación de su obra.
Hoy el curador es considerado un creador, y algo de esta idea puede apreciarse en la colectiva curada por Montserrat Albores en el Museo Raúl Anguiano. “Misfeasance” se define como “la ejecución impropia e ilegal de un acto que es en sí mismo propio y legal”, la tesis con la se reúne la obra de siete artistas nacionales e internacionales, en torno a la línea entre legalidad e ilegalidad, entre lo correcto y lo incorrecto. “Reflexionar sobre la legalidad y cómo muchas veces los sistemas recurren a ella para perpetuarse”, explicó Albores.
En esta exposición la curaduría funciona como detonante de lecturas y reflexiones en torno a los temas y las preocupaciones de los artistas actuales. No se queda sólo con los discursos políticos y de justicia social, también inspecciona el sentido del registro como documento histórico y del soporte como expresión artística. Primero hay que ver el prefacio de la curadora: fragmentos de filmes de Pasolini y Lynch, de un documental de National Geographic y algo de los “Archivos del Terror” de Paraguay, durante la dictadura de Alfredo Stroessner.
¿En qué radica la legalidad? ¿Por qué capturar fotografías de adolescentes delincuentes y publicarlas como trofeos? Son las preguntas que resultan de las fotografías de Clarisse Hahn. El símil que hace entre las preguntas del reportero y el interrogatorio policíaco Jean Genet en su última entrevista en 1985, pieza en tres videos de Pablo Sigg. La intervención a la cerámica griega donde Yocasta conversa con Edipo, su esposo e hijo, de Nicole Cherubini. Algo sobre el caso K. Gun releído desde “Ante la ley”, de Kafka, de Francois Bucher. La parodia del edificio de estilo brutalista que funcionó como centro de espionaje y detención para los opositores del régimen de Fujimori, y la ráfaga de balazos de una patrulla en el río Putumayo, capturada en video por Alberto Baraya.
Y para completar un paseo por curadurías interesantes, se recomienda no sólo “Misfeasance” en el Museo Raúl Anguiano, también “Amores mudos” de Mónica Escutia en Casa Vallarta curada por Patrick Charpenel. “Barragán, itinerarios espirituales”, en Casa Iteso Clavigero, curada por Alfonso Alfaro, director de investigaciones de Arte de México y “Marginorama Ink” de Leonardo Morales en Casa Museo López Portillo, curaduría de Antonio Tunn Nal.

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