JUAN LARROSA
Sección: Sistema autorreferencial
Los mineros y el concepto de "ciudadanía mundial a distancia"
Transmitido: Lunes 18 de octubre 2010
El 1º de noviembre de 1755 un terremoto de grandes magnitudes sacudió la península ibérica. El sismo, que se calcula fue de 9 grados en la escala de Ritcher, afectó con gran intensidad a Portugal. Algunas crónicas de la época detallan que se abrieron grietas en la tierra y numerosas construcciones se vinieron abajo. Sin embargo, luego del terremoto, lo peor estaba por venir: estos movimientos telúricos causaron varios tsunamis que terminaron de arrasar Lisboa. La catástrofe natural generó escenas dantescas y finalmente, sin tener datos exactos, se calcula que murieron más de 60 mil personas.
Casi doscientos cincuenta años después, otro maremoto de grandes dimensiones arrasó con diversas poblaciones de Asia. El 26 de diciembre de 2004 una ola gigante azotó a la tierra circundante al Océano Índico. El epicentro fue en las costas de Sumatra, Indonesia. Según la ONU esta catástrofe aniquiló a cerca de 250 mil personas. Luego de las fiestas navideñas de hace seis años, el mundo entero observó, a través de diversas cadenas de televisión, los daños causados por esta serie de maremotos y supo de los sobrevivientes, quienes se prestaban para dar entrevistas frente a grabadoras y cámaras de televisión.
En doscientos cincuenta años la naturaleza sigue siendo la misma, pero las sociedades humanas no. En dos siglos se han desarrollado cambios sociales que probablemente todavía ni siquiera imaginamos y que el correr del tiempo ayudará a historiadores, antropólogos y sociólogos para explicarnos cómo es que nos hemos transformado. Sin embargo, es evidente que una pequeña parte de esa transmutación la podemos observar en los efectos que ha causado la incorporación de tecnologías de comunicación para la construcción de nuestras sociedades. El gran maremoto que destrozó Portugal en el siglo XVIII tuvo grandes repercusiones económicas, pues fue un evento que comprometió el poderío colonial portugués; también repercutió demográficamente, ya que las muertes diezmaron significativamente su población; pero en términos globales, pocos fueron los que se enteraron del desastre natural. En ese entonces era inimaginable una movilización de dimensiones planetarias para ayudar a Portugal, o que personas a miles de kilómetros de distancia, sin ningún tipo de poder político o económico o cultural, estuvieran llorando o rezando por el sufrimiento esparcido en la península ibérica. También habrían sido ininteligibles frases publicitarias como “los ojos del mundo están puestos en tierras portuguesas” o “manda un grano de ayuda a Lisboa”.
Todo lo anterior viene a cuento para explicarnos cómo es que una noticia acaparó la agenda mediática internacional durante las últimas semanas. Me refiero, por supuesto, a las 33 personas que vivieron atrapadas en el interior de una mina durante 69 días, bajo los suelos del poblado en Copiapó, en Chile. El rescate de los mineros lo encuentro como una acción encomiable y un esfuerzo político que muchos hubiéramos deseado en 2006, cuando los mineros de Pasta de Conchos, en Coahuila, quedaron atrapados en un yacimiento de carbón. Sin embargo no dejan de resultar paradójicos los efectos que la noticia chilena desencadenó en algo que podríamos denominar como “la sociedad global”. Porque de lo que no hay duda, es que en el presente histórico vivimos estos eventos de forma muy singular. Afortunada o desafortunadamente los mineros chilenos se vieron atrapados en el fondo de la tierra en pleno siglo XXI. ¿Qué suerte hubieran corrido de haber vivido cuatro siglos atrás?
El filósofo estadounidense Fredric Jameson, en su libro Una modernidad singular (Barcelona: Gedisa, 2002) establece dos características fundamentales de las sociedades modernas: “la industrialización de la agricultura, esto es, la destrucción de todos los campesinados tradicionales, y la colonización y comercialización del inconsciente o, en otras palabras, la cultura de masas y la industria cultural”. La segunda parte de la frase, es la que resulta más provocadora para pensar el caso de los mineros, pues hemos sido testigos de cómo una tragedia humana, que no es la primera ni será la última, logra la movilización sentimental de una ciudadanía mundial a distancia. La noticia de los mineros apeló a un sentimentalismo que ha estado muy bien guardado y que en otras circunstncias, incluso de mayor proximidad, simplemente no aparece. Esta movilización genera una dinámica singular creada alreededor de los medios, particularmente de la televisión.
La cobertura de los medios mexicanos, que con sus matices fue similar al del resto del mundo, se enfocó a ofrecer transmisiones “exclusivas” desde el poblado de Copiapó en Chile. Y durante los momentos culminantes del rescate, noticiarios como el de Joaquín López Dóriga o Javier Alatorre, presentaron enlaces de más de quince minutos para reportar, en tiempo real, la salida de los mineros chilenos. Estos conductores se esforzaron por narrar, inútilmente, lo que veían en sus pantallas. Ni la noticia del diputado ligado con el narcotráfico mereció un tratamiento de tantos minutos en la pantalla chica.
Del otro lado de las cámaras de televisión el rescate fue una puesta en escena. Vimos, tal como lo consigna el artículo de Raúl Trejo Delarbre, a un presidente Piñera más sonriente que preocupado, y yo añadiría, con discursos perfectamente elocuentes para la ocasión. Las cámaras de televisión estaban emplazadas en lugares estratégicos para que se pudiera observar la salida de los mineros y una serie de reporteros hicieron narraciones dramáticas y decían frases al estilo de “tal como si fuera un parto, la tierra libera a los mineros”.
Por su parte, los mineros aparecieron con trajes limpios, cascos forrados con banderas chilenas y con unos lentes de sol a la última moda, donados por una famosa empresa dedicada a diseñar estos aparatos. Ahora sí, los ojos del mundo estuvieron puestos en el rescate de los mineros. Esta hazaña mediática generó muchas cosas. Presidentes de todo el mundo se “congratularon” por la vida de los mineros. Un jugador del club de futbol Barcelona envío casacas blaugranas para los mineros. Un grupo de rock, conmovido por la tragedia, tocó 33 canciones durante un recital en honor a cada uno de los sobrevivientes. Y el mandatario chileno recién electo calcula que la fuerza de todo esto le alcanzará para realizar una reforma laboral sin precedentes.
No es la primera vez que se genera una reacción de esta naturaleza. Incluso, el efecto ha sido parodiado en series como Los Simpson, cuando Bart cae a un pozo y finge ser un niño anónimo llamado Timmy O'Toole. Al ser difícil su rescate, la televisión de Springfield moviliza al pueblo entero, pero también a políticos y artistas para rescatar a Bart y entre sus esfuerzos está la organización de un concierto de Sting y sus amigos para recaudar fondos para la liberación del niño en cautiverio.
Esta espectáculo del rescate ha llevado a algunos mineros a declararse hartos del acoso de los medios de comunicación, pero otros han dicho que están en espera de reunirse con un representantes para saber cuánto cobrarán por sus entrevistas y apariciones en los medios; dicen que en los meses siguientes acudirán al programa de Don Francisco, tal como lo relata una hilarante crónica de el diario El País, aparecida en los días posteriores de la liberación de estos mineros. No nos extrañe que en los meses próximos se filme una película amén de todos estos hechos.
¿Qué pensarían las sociedades del siglo XVIII si observaran nuestro comportamiento ante estas situaciones? ¿Qué dirán de nosotros las sociedades venideras? Por lo pronto, somos capaces de ver estas noticias en televisión, angustiarnos por ellas y dialogarlas en Facebook y Twitter. Somos capaces de conocer la liberación de los mineros, sonreír aliviados y meternos a nuestra cama a dormir. Somos quienes ejercemos un nuevo y falso concepto de ciudadanía mundial, pero a distancia. Yo me preocupo por ti pero mientras salgas en la televisión, ahí, a la distancia.
Juan Larrosa
Coordinador general de “Quid: observatorio de medios”
www.quidmedios.wordpress.com Facebook: Quid Observatorio de medios
Twitter: Quid_medios
lunes, 18 de octubre de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario