jueves, 11 de febrero de 2010

LUIS VICENTE DE AGUINAGA
"El paseo redundante"
Transmitido: 11 febrero 2010


Por circunstancias vecinales que sí vienen al caso, pero que sería deprimente referir ahora, perdí un par de mañanas de 2009 asistiendo a esas cumbres de la humillación cortesana, el cinismo, el desgano y el culto a la mediocridad que son las juntas de regidores municipales. En la segunda de aquellas ocasiones, el entonces primer edil de Guadalajara, Juan Pablo de la Torre, sometió a votación del cabildo ―sin reprimir una elocuente risotada― la iniciativa de una ciudadana que proponía celebrar de lunes a domingo la exitosa Vía RecreActiva, limitada por lo general a las mañanas dominicales.

No cuesta nada reconocerlo: extender a toda la semana un programa que implica cerrar al tránsito motorizado una importante avenida tapatía es, cuando menos, un disparate. Lo que no logro entender es cómo ese mismo alcalde, tan aparentemente sensato cuando se trataba de censurar iniciativas ajenas, propuso en las mismas fechas ―no con todo el éxito al que aspiraba, como luego probarían los hechos― que al menos un tramo de Chapultepec, otra importante avenida, fuera convertido en calle peatonal y cerrado al tráfico, por lo tanto, de manera permanente.

Sin el éxito de la Vía RecreActiva, el llamado Paseo Chapultepec no existiría siquiera en el plano de las ideas. Pero, a diferencia de la Vía RecreActiva, el Paseo Chapultepec no se propone acercar a ciclistas y peatones a un eje vial que, a lo largo de la semana, más bien los ahuyenta, sino llevar gente de a pie a una calle vertebrada por un amplio camellón ―calle, no está de más decirlo, a la que tradicionalmente nunca le han faltado viandantes― y agregar espectáculos y animaciones a un área que ya es de por sí la mejor dotada de actividades culturales en el municipio.

En efecto, la zona de más inmediata influencia del Paseo Chapultepec ―el perímetro que delimitan las avenidas Federalismo, al oriente, Santa Eduwiges y Agustín Yáñez, al sur, México, al norte, y López Mateos, al poniente: superficie que, grosso modo, corresponde a la cara este de la glorieta Minerva― es, con el centro de la ciudad, sin duda la que más cafés y peñas con música en vivo, museos y galerías, librerías, videosalas y cineclubes comprende a lo largo y ancho de Guadalajara. Abundar, con cargo al erario, en conciertos, funciones de cine y teatro, lecturas y veladas literarias en dicha zona, ¿no es repetir lo ya ofrecido, insistir en lo ya dado y, en suma, redundar en la oferta de centros y espacios culturales que funcionan desde hace años ahí mismo, todo ello ante la escasez o mera inexistencia de actividades del mismo tipo en otros barrios de la ciudad?

El nuevo gobierno municipal de Guadalajara, lejos de superar una propuesta redundante como la del Paseo Chapultepec, ha preferido enfatizarla. Nada raro en la era de la repetición, hoy escondida bajo el maquillaje de la continuidad. A las pruebas me remito. En el cartel promocional del sábado 6 de febrero, al consabido membrete del Paseo Chapultepec se le ha sumado una divertida leyenda: “Entrada gratis”. Tratándose de una calle, da risa que los jinetes del presupuesto se desgasten señalando por dónde queda la entrada y recordándole al respetable que, además, es gratuita. Lo mismo que atraer peatones a una calle que ya era peatonal, merced a su agradable camellón. Lo mismo que ofrecer nada menos que actividades culturales en donde tienen años abundando. Lo mismo que vender otra vez lo ya vendido con el pretexto de que ahora, según dicen, es de a gratis.

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