AVELINO SORDO VILCHIS
CABAÑAS GRILL
Transmitido: jueves 22 de octubre 2009
No sé si ya no entiendo lo que está pasando o si dejó de pasar lo que estaba entendiendo, el caso es que cada día entiendo menos. Y creo que no soy el único. ¿Alguien puede explicarme qué es lo que está sucediendo en el mal llamado Instituto Cultural Cabañas? En lo que va del año sólo han programado dos exposiciones, ambas con cierto tufillo aristocratizante: en enero-abril presentaron la colección de un banco gallego —selección bastante mediocre, cuyos highligths eran un Picasso estudiantil y un Dalí infectado de retórica— y ahora nos ofrecen «la oportunidad» de conocer una colección de joyas y chucherías provenientes de la rusia imperial.
Por razones obvias, no considero en este recuento las exposiciones promovidas por otras instancias, como es el caso del Festival Internacional de Cine y las que seguramente se presentarán en un mese más, en el marco de la Feria Internacional del Libro, porque son harina de otro costal. Así tenemos que en un año —que presupuestalmente representa algo así como trece millones de pesos— el Cabañas solo pudo organizar dos exposiciones muy pretenciosas, pero —hay que decirlo— de muy bajos vuelos. Y con el añadido de que ninguna de ellas fue producida por el Cabañas, ya que se limitaron a sumarse como sede en sus respectivas giras internacionales.
Además, resulta que lo más destacado de la exposición del banco gallego no fueron —como señalamos— ni las obras que se presentaron ni su propuesta curatorial, sino el hecho de que en la inauguración se les negara el coctel a quienes no acudieron «vestidos apropiadamente». En cuanto a Fabergé. La visita del Zar, fue inaugurada ya no con un coctel prohibido a los fachosos, sino con una cena para cuatrocientas personas, que después de regodearse admirando la almohada de la gran duquesa Anastasia, pudieron degustar, entre otros platillos, un «crujiente de queso de cabra con jitomates deshidratados y piñón, con escencia de cilantro».
Me parece importante aclarar que Fabergé. La visita del Zar, no es una extensión de la muestra integrada por más de 500 objetos provenientes del Museo del Hermitage, que se presentó a finales del año pasado en el Museo Nacional de Antropología e Historia, bajo el nombre de Zares. Arte y cultura del imperio ruso. No: ahí se mostraron, con un sentido histórico y estético —o sea sin suspiros entre nostálgicos y morbosos por la grandeza del imperio que inventó el gulag—, óleos, tapices, grabados, orfebrería, vestimentas y joyería (incluyendo algunas piezas de Fabergé), representativas de la dinastía Romanov, que gobernó Rusia del siglo XVII a principios del XX.
Pero, regresando al realismo tapatío y contrastando con la escandalosamente pobre actividad museística del Cabañas, los lectores de Público-Milenio del pasado lunes 19, nos enteramos que los vecinos están hasta la madre de los constantes guateques que se realizan en el inmueble patrimonio de la humanidad. Y es que, nos explica uno de ellos, «no pasa una semana sin que haya dos o tres (pachangas)». La queja es básicamente por las molestias que provocan las maniobras de carga y descarga de sillas, mesas y demás implementos, a lo que hay que sumar el ruido y olor de los generadores que instalan sobre la calle General Salazar.
Dos pretensiosas exposiciones y «dos o tres» convites a la semana (algo así como ¡100 anuales!): a eso han reducido al Cabañas. Lo que me lleva a preguntar ¿en qué momento convirtieron al Instituto Cultural Cabañas en un casino, en un salón de banquetes, en un espacio para realizar pachangas? Y, claro, queda para el recuerdo el artículo primero de la Ley Organica del Instituto Cultural Cabañas, que lo define como: «…un organismo público descentralizado […] que tendrá a su cargo la preservación, investigación y divulgación de la obra de José Clemente Orozco». Eso, me imagino, quedará para alguna mejor ocasión.
No de balde los vecinos lo bautizaron «Cabañas Grill».
viernes, 23 de octubre de 2009
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